En la prehistoria
los neandertales situaban a sus muertos en dirección a la puesta del sol, lo
que sería una característica de las culturas posteriores y posiblemente el
comienzo de la relación de la muerte con el curso solar.
La importancia del
sol para el sustento de toda clase de vida hace que se le considere el jefe de
la mitología universal y el supremo creador. Símbolo de luz, destructor de
tinieblas y fuente de vida, muere y renace cada día en una lucha contra la
oscuridad.
El símbolo solar
representa el oro, el fuego, las aureolas que rodean las cabezas de los
monarcas, héroes y santos, los caballos y los carros solares por los que viajan
los héroes míticos y dioses. Como los caballos de Hades tiran de su carro de
fuego hacía el abismo del mundo subterráneo.
La desaparición
del sol es considerada como una muerte paralela al curso de la vida humana. El
ocaso se percibe como un descenso a las regiones inferiores o al reino de los
muertos. El símbolo del sol surgiendo de la tierra-madre y regresando a ella al
anochecer es común en los mitos. En los Rig Vedas el caballo es una
expresión referida al sol naciente, un recién nacido.
Al sol se le
considera un dios con imagen masculina, como en el antiguo Egipto y el imperio
Inca, y también se le representa en imágenes femeninas como en Japón, como la
diosa Amaterasu, y en otras culturas masculino y femenino son la misma entidad
como el caso del antiguo pueblo Fon, en África.
La carrera del sol
por el cielo, que nace, crece, lucha, envejece y muere para luego renacer otra
vez tiene comparación con el desarrollo de la vida del hombre y de la creencia
en la existencia después de una vida futura.
En Australia los
mitos dicen que el sol pasa la noche en el país de los muertos, los cuales lo
visten con piel de canguro para renacer al día siguiente.
El juego de pelota
de los antiguos mayas es un ejemplo de los ritos que imitaban el movimiento de
los astros en el cosmos para asegurar la continuidad de la vida.
En los solsticios
y equinoccios las festividades antiguas marcan la muerte y resurrección del
dios sol. En Grecia, los cultos a Dionisio se celebran en honor al dios muerto
y resucitado. Dionisio, Apolo y Mitra nacieron en el solsticio de invierno y la
Iglesia cristiana determinó el principio de la fiesta de Navidad de Cristo en
la misma estación.
En Norteamérica,
los hopi tienen ceremonias para el solsticio de verano para aminorar el paso
del sol hacía el invierno y en el solsticio de invierno para apresurar su
regreso.
La luna es
considerada como diosa madre o diosa blanca en sus estados de creación y
destrucción, aunque también se le considera masculino, como el dios egipcio
Thoth. Un ejemplo de la luna como creadora suprema es Nyame, la diosa madre que
dio origen al universo, según la mitología de los akan, en Ghana.
El cuerno es un
símbolo lunar; el dios de la noche se distingue de los demás por un creciente
situado sobre su frente o cabeza, como Shiva, dios de la destrucción, y ese
creciente se transforma en cuernos de vaca o toro, como la virgen Io que
más tarde se convierte en ternera o el mito del minotauro con cabeza de toro.
La luna es el
símbolo o lugar de pasaje de la vida a la muerte y de la muerte a la vida. Es
una metáfora sobre la vida tras la muerte y el renacimiento espiritual; en
otras palabras, el hombre muere para renacer en el más allá.
En el antiguo
México las sacerdotisas purépechas en cada plenilunio bailaban en honor a la
diosa de la luna Nana Cutzi, que coronadas de flores danzaban a la hora de la
luna llena, una danza de alegría, en señal de que la diosa había renacido.
En algunas partes
de Nueva Guinea se le asocia con la caza nocturna, una actividad masculina,
mientras que el sol es femenino porque las labores de la mujer se llevan a cabo
en el día.
La luna masculina
en el sur de África es consorte de Venus. En otras regiones, el sol y la luna
se consideran un matrimonio, mientras que los americanos los ven como hermanos
que mantienen relaciones incestuosas.
La luna es
masculina durante el creciente y el menguante en su forma fálica, que se
transforma en forma circular, femenina, como mujer embarazada durante la fase
llena.
El cuerno lunar es
el aspecto fálico que fecunda a la diosa virgen convirtiéndola en diosa
embarazada o luna llena femenina. Por eso el sol y la luna expresan ese
dualismo masculino-femenino. Como la virgen es concebida como luna con el
creciente a sus pies y Cristo es concebido como imagen del sol.
El sol y la luna
aparecen juntos en la oscuridad y el sol femenino sitúa fragmentos de oscuridad
en las mejillas de su hermano para reconocerlo después. Esto explica por qué
los rasgos de la luna son visibles desde la tierra.
Otros relatos de
la apariencia de la luna incluyen la idea occidental de que es una cara y las
ideas de China y Centroamérica de que es una liebre. La mitología budista
expresa que es una de las vidas pasadas de Buda.
Las fases de la
luna se describen de varias formas. En la mitología maorí, la luna masculina
lucha siempre contra el dios Rona, que se vuelve menguante cuando la luna se
cansa. En la luna nueva, los dos contendientes hacen pausa para que la luna
recupere la fuerza y pueda comenzar a pelear de nuevo en la luna llena.
Entre los pigmeos
se daba una fiesta de la luna nueva en la que aparecen asociados los símbolos
de la luna-agua; era una festividad celebrada por las mujeres en honor a la “luna-madre-morada
de espíritus” antes de comenzar el periodo de lluvias.
En algunas
ocasiones, el sol y la luna se consideran los ojos de una gran deidad creadora.
Los egipcios pensaban que la luna era el ojo derecho de Horus, mientras que el
sol era el ojo izquierdo. En la mitología china, el ojo izquierdo del gigante
cósmico Pan Gu se convirtió en el sol y el derecho en la luna.
Se han
personificado algunas constelaciones y similarmente entre diversas culturas. Los
griegos consideraron a las Pléyades las siete hijas de Atlas y Pléyone. En el
hemisferio sur, esta constelación es conocida como un grupo de hermanas; en ese
lugar su aparición anuncia el advenimiento de las lluvias.
Los griegos
pensaban que la Osa Mayor, el Gran Oso, era la ninfa Calisto, que se transformó
en un oso. A la Osa Mayor o el Carro Mayor los nativos americanos la nombraban
el Oso del Firmamento.
Venus es la
estrella de la mañana, es la estrella más importante de la mitología de
cualquier cultura. Tiene imagen femenina. En el Mediterráneo y en el Cercano
Oriente se le relaciona con las diosas del amor, la sexualidad y la fertilidad,
como Afrodita y la Venus romana, Athar de Cananea, e Ishtar e Inanna de
Babilonia. Ishtar e Inanna formaban
parte de una triada de deidades celestes conformadas por el sol, la luna y
Venus.
Los aztecas
asociaban a Venus con la muerte y la resurrección, identificada con el dios
Quetzalcóatl.
Fuentes:
Lacalle, R., Los
símbolos de la prehistoria, Almuzara, 2011.
Willis, R., Diccionario
Universal de Mitología, Editorial Tomo, 2003.