domingo, 13 de marzo de 2022

El sol y la luna en la mitología

 

En la prehistoria los neandertales situaban a sus muertos en dirección a la puesta del sol, lo que sería una característica de las culturas posteriores y posiblemente el comienzo de la relación de la muerte con el curso solar.

La importancia del sol para el sustento de toda clase de vida hace que se le considere el jefe de la mitología universal y el supremo creador. Símbolo de luz, destructor de tinieblas y fuente de vida, muere y renace cada día en una lucha contra la oscuridad.

El símbolo solar representa el oro, el fuego, las aureolas que rodean las cabezas de los monarcas, héroes y santos, los caballos y los carros solares por los que viajan los héroes míticos y dioses. Como los caballos de Hades tiran de su carro de fuego hacía el abismo del mundo subterráneo.

La desaparición del sol es considerada como una muerte paralela al curso de la vida humana. El ocaso se percibe como un descenso a las regiones inferiores o al reino de los muertos. El símbolo del sol surgiendo de la tierra-madre y regresando a ella al anochecer es común en los mitos. En los Rig Vedas el caballo es una expresión referida al sol naciente, un recién nacido.

Al sol se le considera un dios con imagen masculina, como en el antiguo Egipto y el imperio Inca, y también se le representa en imágenes femeninas como en Japón, como la diosa Amaterasu, y en otras culturas masculino y femenino son la misma entidad como el caso del antiguo pueblo Fon, en África.

La carrera del sol por el cielo, que nace, crece, lucha, envejece y muere para luego renacer otra vez tiene comparación con el desarrollo de la vida del hombre y de la creencia en la existencia después de una vida futura.

En Australia los mitos dicen que el sol pasa la noche en el país de los muertos, los cuales lo visten con piel de canguro para renacer al día siguiente.

El juego de pelota de los antiguos mayas es un ejemplo de los ritos que imitaban el movimiento de los astros en el cosmos para asegurar la continuidad de la vida.

En los solsticios y equinoccios las festividades antiguas marcan la muerte y resurrección del dios sol. En Grecia, los cultos a Dionisio se celebran en honor al dios muerto y resucitado. Dionisio, Apolo y Mitra nacieron en el solsticio de invierno y la Iglesia cristiana determinó el principio de la fiesta de Navidad de Cristo en la misma estación.

En Norteamérica, los hopi tienen ceremonias para el solsticio de verano para aminorar el paso del sol hacía el invierno y en el solsticio de invierno para apresurar su regreso.

La luna es considerada como diosa madre o diosa blanca en sus estados de creación y destrucción, aunque también se le considera masculino, como el dios egipcio Thoth. Un ejemplo de la luna como creadora suprema es Nyame, la diosa madre que dio origen al universo, según la mitología de los akan, en Ghana.

El cuerno es un símbolo lunar; el dios de la noche se distingue de los demás por un creciente situado sobre su frente o cabeza, como Shiva, dios de la destrucción, y ese creciente se transforma en cuernos de vaca o toro, como la virgen Io que más tarde se convierte en ternera o el mito del minotauro con cabeza de toro.

La luna es el símbolo o lugar de pasaje de la vida a la muerte y de la muerte a la vida. Es una metáfora sobre la vida tras la muerte y el renacimiento espiritual; en otras palabras, el hombre muere para renacer en el más allá.

En el antiguo México las sacerdotisas purépechas en cada plenilunio bailaban en honor a la diosa de la luna Nana Cutzi, que coronadas de flores danzaban a la hora de la luna llena, una danza de alegría, en señal de que la diosa había renacido.

En algunas partes de Nueva Guinea se le asocia con la caza nocturna, una actividad masculina, mientras que el sol es femenino porque las labores de la mujer se llevan a cabo en el día.

La luna masculina en el sur de África es consorte de Venus. En otras regiones, el sol y la luna se consideran un matrimonio, mientras que los americanos los ven como hermanos que mantienen relaciones incestuosas.

La luna es masculina durante el creciente y el menguante en su forma fálica, que se transforma en forma circular, femenina, como mujer embarazada durante la fase llena.

El cuerno lunar es el aspecto fálico que fecunda a la diosa virgen convirtiéndola en diosa embarazada o luna llena femenina. Por eso el sol y la luna expresan ese dualismo masculino-femenino. Como la virgen es concebida como luna con el creciente a sus pies y Cristo es concebido como imagen del sol.

El sol y la luna aparecen juntos en la oscuridad y el sol femenino sitúa fragmentos de oscuridad en las mejillas de su hermano para reconocerlo después. Esto explica por qué los rasgos de la luna son visibles desde la tierra.

Otros relatos de la apariencia de la luna incluyen la idea occidental de que es una cara y las ideas de China y Centroamérica de que es una liebre. La mitología budista expresa que es una de las vidas pasadas de Buda.

Las fases de la luna se describen de varias formas. En la mitología maorí, la luna masculina lucha siempre contra el dios Rona, que se vuelve menguante cuando la luna se cansa. En la luna nueva, los dos contendientes hacen pausa para que la luna recupere la fuerza y pueda comenzar a pelear de nuevo en la luna llena.

Entre los pigmeos se daba una fiesta de la luna nueva en la que aparecen asociados los símbolos de la luna-agua; era una festividad celebrada por las mujeres en honor a la “luna-madre-morada de espíritus” antes de comenzar el periodo de lluvias.

En algunas ocasiones, el sol y la luna se consideran los ojos de una gran deidad creadora. Los egipcios pensaban que la luna era el ojo derecho de Horus, mientras que el sol era el ojo izquierdo. En la mitología china, el ojo izquierdo del gigante cósmico Pan Gu se convirtió en el sol y el derecho en la luna.

Se han personificado algunas constelaciones y similarmente entre diversas culturas. Los griegos consideraron a las Pléyades las siete hijas de Atlas y Pléyone. En el hemisferio sur, esta constelación es conocida como un grupo de hermanas; en ese lugar su aparición anuncia el advenimiento de las lluvias.

Los griegos pensaban que la Osa Mayor, el Gran Oso, era la ninfa Calisto, que se transformó en un oso. A la Osa Mayor o el Carro Mayor los nativos americanos la nombraban el Oso del Firmamento.

Venus es la estrella de la mañana, es la estrella más importante de la mitología de cualquier cultura. Tiene imagen femenina. En el Mediterráneo y en el Cercano Oriente se le relaciona con las diosas del amor, la sexualidad y la fertilidad, como Afrodita y la Venus romana, Athar de Cananea, e Ishtar e Inanna de Babilonia.  Ishtar e Inanna formaban parte de una triada de deidades celestes conformadas por el sol, la luna y Venus.

Los aztecas asociaban a Venus con la muerte y la resurrección, identificada con el dios Quetzalcóatl.

 

 


 

 

Fuentes:

Lacalle, R., Los símbolos de la prehistoria, Almuzara, 2011.

Willis, R., Diccionario Universal de Mitología, Editorial Tomo, 2003.

domingo, 6 de marzo de 2022

Inundaciones, Diluvio y cambio climático


Ocho mil años antes, toda Norteamérica estaba cubierta por una capa de hielo sobre una extensión de 13 millones de kilómetros cuadrados. Un cambio climático ocasionó que se derritiera con resultados catastróficos, los cuales afectaron a todo el planeta. El nivel del mar subió 1.4 metros y esto provocó cambios geográficos y sociales importantes en el mundo.

En el sureste de Europa, en donde se encuentra el estrecho del Bósforo que comunica el mar Negro con el Mediterráneo, existía una cresta terrestre que mantenía al hoy mar Negro como agua dulce. La elevación del nivel del mar sobrepasó esta barrera quedando unidos ambo mares.

En esta zona la inundación fue enorme y los historiadores relacionan la catástrofe con el diluvio universal del cual no solo se habla en la Biblia, sino en las mitologías de esa región.

Los datos obtenidos por los historiadores y geólogos indican que en un lapso de 34 años el mar devoró 73 mil kilómetros cuadrados de tierra de la que tuvieron que salir 145 mil personas. Estas comunidades, que ya practicaban la agricultura, emigraron hacía el occidente de Europa y llevaron su cultura a pueblos que aún vivían cazando y recolectando.

Tradiciones de todo el mundo narran cómo las fuerzas divinas castigan a los seres humanos por sus transgresiones tratando de destruirlos con algún desastre cósmico que con frecuencia es una inundación.

El ejemplo mejor conocido es la historia bíblica de Noé que tal vez proviene de narraciones mesopotámicas más antiguas sobre una inundación que los dioses enviaron para castigar a la humanidad, que es eliminada excepto un hombre y su familia.

El tema del Arca de Noé de estas narraciones es repetido en el mito hindú de Manu, el primer hombre, al que un gran pez advierte de una inundación y sobrevive construyendo un barco.

Temas similares se presentan en la mitología del sur de China en el relato de los Niños Calabaza, excepto que la inundación universal que destruye a la humanidad se considera un acto arbitrario del dios del trueno.

En otras partes del mundo el diluvio es causado por la mala conducta de un individuo en particular. En la mitología de los chewong de Malasia, el que engaña a un animal hace enojar a la serpiente original del mundo de los muertos. En su enojo, la serpiente libera las aguas primitivas provocando una gran inundación.

El concepto de un mundo nuevo que emerge del diluvio es común en Norteamérica. En el mito azteca de los Cinco Soles, se dice que el mundo actual (el Quinto Sol) surgió de que el anterior fue barrido por una inundación.

El cambio climático actual está provocando condiciones semejantes a las ocurridas hace 8 mil años. Los cálculos más recientes sugieren que alrededor del 2050, millones de personas que hoy viven en las costas deberán migrar a zonas más altas.

A lo largo de la historia el planeta ha sufrido calentamientos y enfriamientos provocados por diversas causas. La situación actual se debe al empleo indiscriminado de combustibles fósiles, lo que incrementa las emisiones de bióxido de carbono y metano que atrapan el calor. Sin embargo, hace 55 millones de años, antes de la existencia de la humanidad en la Tierra, la temperatura alcanzó los ocho centígrados por encima del promedio actual. El océano Ártico tuvo una temperatura de 23 grados centígrados.

Algunas variaciones climáticas fueron la causa de las extinciones masivas de seres vivos, en cambio, otras, de la misma intensidad, no afectaron la vida terrestre.

Algunas veces fueron erupciones volcánicas que provocaron inundaciones de basalto fundido. Cuando éste se encontraba en su camino piedras ricas en carbono se liberaban grandes cantidades de bióxido de carbono y metano que generaron temperaturas que muchos seres vivos no soportaron.

Otras ocasiones, el choque de asteroides al impactarse en la Tierra levantaba grandes nubes de polvo y aerosoles de sulfato que no permitieron el paso de radiación solar provocando un enfriamiento que fue la causa de la extinción.   

Y concurre la sensación actual de que en el año ha llovido más que antes. Regiones que cada año sufrían sequías, parece que hoy se han inundado. La cantidad de lluvia que cae se recibe en un aparato llamado pluviómetro. Sus medidas son especificas y la altura del agua recogida se mide en milímetros. Cada milímetro equivale a 1 litro por cada metro cuadrado. De 1986 al 2000 la precipitación pluvial mundial ha ido en aumento en un promedio de 3.5 milímetros cada año.

La energía que mueve al ciclo del agua es la radiación solar. Ésta llega a la superficie terrestre que la absorbe y luego la refleja de nuevo hacia la atmósfera, pero algunos gases que se encuentran en ella, como el bióxido de carbono, el metano y otros, hacen las veces de un invernadero y vuelven a reflejar parte de la radiación de la Tierra. El balance de estas energías constituye el calor latente que genera la evaporación y luego las lluvias. Este calor aumenta por dos razones, la atmósfera permite mayor paso de radiación y el aumento de gases de invernadero la retiene más, lo que resulta más lluvia.

 

 

 



Fuentes:

UNAM, Otras cuatrocientas pequeñas dosis de ciencia, SEP, 2013.

Willis, R., Diccionario Universal de Mitología, Editorial Tomo, 2003.