Los antiguos mayas creían que, al morir, el ser humano iniciaba un viaje al inframundo o Xibalbá, donde residen los dioses de la muerte.
El tipo de entierro, el ajuar funerario y la calidad de la
ofrenda dependía de la posición social del individuo.
Los gobernantes eran sepultados con un gran ajuar funerario
y dentro de cámaras abovedadas. Estos reyes no iban solos en su viaje al
inframundo, pues se hacían acompañar de otros individuos como algunos de sus
sirvientes que eran sacrificados.
La muerte del rey o del ajaw no implicaba una
ruptura con sus descendientes vivos. El culto de los antepasados permitía
mantener un vínculo con el fallecido, pues se creía que en su vida ultraterrena
éste abogaba por el bienestar de la colectividad.
Asimismo, el espíritu del difunto podía regresar y
participar en los rituales de sus descendientes.
Por estas creencias, se colocaban múltiples objetos en las
sepulturas, como vasijas de agua y alimentos, joyas, y figurillas de personas,
deidades y animales; algunas veces se sacrificaba al perro del difunto y se
colocaba en la sepultura, ya que se creía que su espíritu guiaría al de su amo
en el camino.
Cuando se trataba de un rey o alguien de su familia,
sacrificaban a algunos hombres y mujeres para acompañar al muerto.
En algunos sitios de la Península de Yucatán los cuerpos
eran depositados en receptáculos naturales como cuevas inundadas, cenotes y
pozos junto con las ofrendas.
Para los mayas, los cenotes y las cuevas eran entradas al
inframundo, las cuevas y las fuentes de agua como los cenotes eran pasos simbólicos
entre el mundo terrestre y subterráneo, de ahí su relación con el mundo de los
muertos y al mismo tiempo su asociación con la fertilidad.
Estos sistemas de agua funcionaban así también como depósitos
mortuorios entre las cuales estaba el sacrificio humano, el uso funerario a
manera de cementerios acuáticos por mortandad por guerras, enfermedades o catástrofes
naturales como las sequías y los huracanes.
En la arquitectura funeraria resaltan las tumbas destinadas
a albergar a difuntos de cierto rango social como la tumba del rey Pakal en el Templo
de las Inscripciones, en Palenque, Chiapas, y la tumba en el interior del Templo
del Búho, en Dzibanché, Quintana Roo.
Referencias
Arqueología
mexicana, las rutas arqueológicas, 21
Arqueología
mexicana, cenotes en el área maya, 83
Arqueología
mexicana, Quintana Roo, zona maya, 14
Arqueología
mexicana, la muerte en México, 20
Los mayas, 3000
años de civilización, Monclem
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