Surgieron como un medio para a la expiación de los pecados o
para expresar devoción.
Un número cada vez mayor de personas recorría miles de
kilómetros para llegar a Jerusalén, a Roma, o a Santiago de Compostela.
La ruta principal para llegar a Roma era la Vía Francígena,
que desde Canterbury, Inglaterra, se llegaba a Roma atravesando Francia y los
Alpes.
Este viaje, descrito por Sigerico, arzobispo de Canterbury,
que en el año 990 lo realizó en ochenta días.
Con el aumento de los peregrinos se multiplicaron los
negocios, desde la venta de víveres a la de “reliquias”.
En la peregrinación al Santo Sepulcro en Jerusalén era
fundamental ir armados, pues se temía que quien gobernaba ahí no les deje
entrar o al menos les causara problemas, pues desde el siglo VII, la Ciudad
Santa está en manos del imperio árabe.
A partir del año 1000, para los cristianos peregrinos ir a
Tierra Santa se torna más peligroso a causa de los conflictos entre los árabes
y los invasores turcos, quienes además amenazan al imperio bizantino de los cristianos
orientales.
Este contexto incitaría al papa Urbano II a organizar la
primera cruzada a fin de retomar, a manos de la Cristiandad, los lugares sagrados,
en 1095.
Entre 1187 y 1190, el sultán Saladino logra recuperar
Jerusalén, y durante estas cruzadas los musulmanes permiten la entrada a
peregrinos y comerciantes cristianos siempre y cuando vengan pacíficamente, y
se les permitía a los cristianos y judíos vivir ahí siempre y cuando
reconocieran la supremacía de las autoridades islámicas.
Referencias
El libro de los
papas, ed. Tikal
Barbero, benditas
guerras
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